“Es el mirar el más grande
placer que el alma experimenta”.
(Carlos Mario Baena)
placer que el alma experimenta”.
(Carlos Mario Baena)
Todo posee un comienzo, como los libros poseen un prólogo. El hombre explota toda su fuerza a través de esos cristales llenos de luz los cuales lucen vigilantes, expectantes; dispuestos a propiciar una caricia o el más fuerte de los abrazos.
Mirar, es ese contemplar todo cuanto eres, es desde allí donde comienza la formación de un universo, contigo y solo contigo; solo el tiempo decidirá si yo tendré cabida en ese espacio. No mirar es extrañarte, es alcanzar las tinieblas no solo de mis ojos si no de mi corazón.
Te conozco, gracias al mirarte, no te miro y en la soledad pienso en ti, mi mente envía constantes recuerdos de tu rostro y demás componentes de tu inmensidad. Pero esa sonrisa dulce que añades a tu mirar ¿será sincera?. Es algo que me perturba, espero no tengas máscara; que seas sincera y cristalina. Te miré, por primera vez y todo en mi se maravillo con tu presencia; quería hablarte pero no te conocía.
Pero al fin pude hacerlo, te conocí y desde ese día caminando por las calles el viento susurró tu nombre. La mirada sigue presente entre nosotros, pero ahora puedo hablar contigo. Luces atemorizada y lo entiendo, no me conoces, no vale lo que mis ojos reflejan.
Mirarte, no es nada si no estás, si la luz que ocupabas alumbrando mi camino ahora a sido relevada por unas tortuosas espinas sedientas de que yo pase y te olvide bajo el sufrimiento. No apareces y me pregunto ¿dónde estas? Mi mirada te busca impaciente, como el más inestable de los telescopios, gira y gira, rota y rota por sitios, lugares, personas y cosas. Al fin apareces y mi mirada se alegra pero con ella aparecen los nervios.
Ese día luces indiferente, no hay peor flagelo para un mirar ansioso por que te acerques. Mis palabras quieren salir de su encierro y darte gracias por estar en mi camino. Porque por más que veía y veía, debía detenerme tan solo un instante y admirarte; mujer, fuente de mis imprevisibles locuras y desafíos.
Ahora que he dejado de mirarte por culpa de la distancia la cual es tan solo una variable precedida por kilómetros y montañas hace que todo cuanto vea me recuerde a ti, la música, las nubes que forman imágenes en el firmamento con tu rostro, el paso de anuncios, árboles en fin todo es un recuerdo; es como si todo fuera una extensión iniciada por tu mirar y terminada por tus palabras y especialmente finalizada por tu corazón limpio y en donde sé que estoy más que custodiado impidiéndome salir.
Sólo el tiempo dirá si lo que comenzó como un juego de miradas y luego se consumo en una unión maravillosa, podrá continuar por ese camino maravilloso en donde particularmente de mi parte solo me interesa verte feliz.
Mirar, es ese contemplar todo cuanto eres, es desde allí donde comienza la formación de un universo, contigo y solo contigo; solo el tiempo decidirá si yo tendré cabida en ese espacio. No mirar es extrañarte, es alcanzar las tinieblas no solo de mis ojos si no de mi corazón.
Te conozco, gracias al mirarte, no te miro y en la soledad pienso en ti, mi mente envía constantes recuerdos de tu rostro y demás componentes de tu inmensidad. Pero esa sonrisa dulce que añades a tu mirar ¿será sincera?. Es algo que me perturba, espero no tengas máscara; que seas sincera y cristalina. Te miré, por primera vez y todo en mi se maravillo con tu presencia; quería hablarte pero no te conocía.
Pero al fin pude hacerlo, te conocí y desde ese día caminando por las calles el viento susurró tu nombre. La mirada sigue presente entre nosotros, pero ahora puedo hablar contigo. Luces atemorizada y lo entiendo, no me conoces, no vale lo que mis ojos reflejan.
Mirarte, no es nada si no estás, si la luz que ocupabas alumbrando mi camino ahora a sido relevada por unas tortuosas espinas sedientas de que yo pase y te olvide bajo el sufrimiento. No apareces y me pregunto ¿dónde estas? Mi mirada te busca impaciente, como el más inestable de los telescopios, gira y gira, rota y rota por sitios, lugares, personas y cosas. Al fin apareces y mi mirada se alegra pero con ella aparecen los nervios.
Ese día luces indiferente, no hay peor flagelo para un mirar ansioso por que te acerques. Mis palabras quieren salir de su encierro y darte gracias por estar en mi camino. Porque por más que veía y veía, debía detenerme tan solo un instante y admirarte; mujer, fuente de mis imprevisibles locuras y desafíos.
Ahora que he dejado de mirarte por culpa de la distancia la cual es tan solo una variable precedida por kilómetros y montañas hace que todo cuanto vea me recuerde a ti, la música, las nubes que forman imágenes en el firmamento con tu rostro, el paso de anuncios, árboles en fin todo es un recuerdo; es como si todo fuera una extensión iniciada por tu mirar y terminada por tus palabras y especialmente finalizada por tu corazón limpio y en donde sé que estoy más que custodiado impidiéndome salir.
Sólo el tiempo dirá si lo que comenzó como un juego de miradas y luego se consumo en una unión maravillosa, podrá continuar por ese camino maravilloso en donde particularmente de mi parte solo me interesa verte feliz.
Febrero 3 de 2004
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