martes, 10 de marzo de 2009

EL PARAJE DEL GENTÍO


Apretujados en un andén pueden divisarse Natalia París, Metallica, Britney Spears y Juan Pablo Montoya; llevan más de quince días de no moverse. Mientras, el maduro, el biche, la sal y el limón caen en manos de los estratos uno en adelante, que se apresuran a dormir la siesta en su cama doble.


Al frente del Camino Real Margarita Mesa y Fabio Medina, miembros de Corpocentro, diseñan estrategias de recuperación de espacio público. Afuera, los altos índices de desempleo han desencadenado la abundancia de mangos, afiches, papitas y CD’s piratas, al mando de Rodrigo Suárez, Álvaro Flórez y un vasto ramillete de vendedores que trabajan en medio de vehículos, miradas y estampidas.

Estando allí se ingresa al mundo de las alternativas comerciales, donde raperos, pandilleros, prostitutas y gay son víctimas de la exclusión social y los empleados de chaleco tela blue jean y letras blancas mayúsculas al dorso, designados para Espacio Público, se titulan rectores del urbanismo local, opción de empleo para unos, “pirobos" para otros.

Álvaro Flórez es un vendedor de afiches; desplazado y desplatado del municipio de Ituango; inquilino del barrio Loreto. Trabaja sin personal ni hijos a cargo. A veces duerme donde un familiar otras, se hospeda en casa de amigos cuando el alcohol causa estragos en su mente.

Y es que en el centro “no importa el estar sino el transitar”, más bien el esquivar; coexisten la supervivencia, el afán, los robos, las basuras, lo genuino o pirata, lo original, “lo chiviado”, lo creativo y oportuno. Por todas partes se les ve porque “la calle es de todos y en la calle está el cliente”; se han tomado comentarios, entrevistas, noticias, editoriales, semáforos, andenes y empanadas con gaseosa.





Al caminar, los ciudadanos van pensando en cosas que sólo a ellos les importan. Intempestivamente, confluyen el pito del Policía de Tránsito que indica qué carros aceleran y cuáles se detienen; el papelito que roza la mano ofreciendo la lectura del tarot, el pregonero que exhibe el desayuno por mil pesos, y el trancón que ocasionan dos amigos de colegio que se reencuentran después de mucho tiempo de no verse.

“El Centro Vive”, campaña incluida dentro del Plan de Desarrollo de Medellín, 2004-2007, implica la adecuación de las ventas ambulantes; el equilibrio entre Sergio Arboleda y sus colegas; el desplazamiento de Camilo Álzate, los demás peatones y la inversión de $56.085 millones de pesos.

Las “chazas” o módulos, otorgados por sorteo, son invadidas por filas de libros, discos compactos, tres pilas por mil, gafas a cinco mil, el estuche para el control remoto, la circulación de diarios nacionales y butacos carcomidos y desgastados que sirven de asiento a los “informales”, mientras los curiosos deciden que comprar.

Rodrigo Suárez divulga a los cuatro vientos “Lleve lo último del reggetón, Don Omar, Tego Calderón. Le tengo la música pa’ tomar aguardiente o la parrandera pa’ ahorita que viene Diciembre.” En los alrededores, unos lentes oscuros y un camuflado verde realizan su acostumbrada ronda bajo el nombre de Fernando Arias.

Para el agente Arias, los ejemplares de Joe Arroyo, el Combo de las Estrellas, García Márquez y Borges pueden ser retirados del lugar. Pero ello no serviría de mucho. Según él, lo importante es detectar las fábricas. Acabar con la industria pirata “es como querer sacar las cucarachas de la casa con una escoba, ¡vuelve y se entran!”, añade.

Medellín y su centro, espacio cada vez mas reducido, con proliferación de venteros, algunos carnetizados; engrosan el Banco de Datos de la Subsecretaría de Espacio Público. Quieren ser removidos a otras zonas de la ciudad para satisfacer el anhelo del alcalde, Sergio Fajardo.

¿Será ésta una decisión acertada? Propagar el problema, llevar a las laderas la congestión vehicular, la indigencia, la ausencia de espacios libres, los coágulos de gente. Convertir los barrios en colosales laboratorios de hibridación y simbiosis al igual que Chicago, Nueva York. Berlín y París.




Bilbao apuesta por la calidad de vida de sus habitantes; casas, palacios e Iglesias surgen del agua en Venecia; las calles llevan nombres de personajes reconocidos en Florencia y en el centro de Medellín, las construcciones comerciales y empresariales lo han convertido en el eje de atracción vehicular y peatonal.

En promedio por sus calles caminan un millón de personas al día. Algunos salen en sus autos resguardados en los parqueaderos, otros, hacen cola en el paradero del bus mientras observan los alumbrados que ansían su estreno, y Sergio Arboleda continúa pelando y fritando papas a la espera de que los 800 pesos que cuesta cada paquete, arriben a su bolsillo.


Un hombre de 42 años, tez blanca, lentes, graduado en Comunicación Social de la Universidad de Antioquia, se pasea hace varios meses cerca de Rodrigo y sus camaradas; es el nuevo subalterno de Fajardo, Jorge Melguizo, gerente del Centro. Abandonó el piso doce de la Alcaldía para dialogar con los venteros, desocupar áreas claves y unificar las economías formal e informal. Regresó a Medellín después de su periplo por Edex, una ONG de Bilbao.


Dentro de los 731 millones destinados para el espacio público, el Servicio Social aparece por medio de los jóvenes que representan las estrellas negras al igual que los Guías Ciudadanos. Richard Arango, alejado de las drogas por voluntad propia hace cinco años, hace parte de este grupo junto a 200 jóvenes mas quieren serán los lazarillos de ancianos, discapacitados y turistas.


El déficit y la mala calidad del espacio público han hecho que sus pobladores migren. Día tras día, Rodrigo, Álvaro y los demás esperan a que Medellín aclare de nuevo, las ganancias se disparen, los de Espacio Público no quieran desalojarlos. Mientras, Corpocentro, Melguizo y compañía, unen esfuerzos para ubicar a los del Norte, Sur, Oriente, Occidente en el mismo hábitat, el centro. Tal vez contemplen la posibilidad de decretar un toque de queda para reorganizar el espacio público, como si fuera un juego de ajedrez, que se suspende para empezar de nuevo.

No hay comentarios: